jueves, 14 de abril de 2016

UNA NOCHE DE FIESTA. Deportista con discapacidad

Los amigos me esperan en el portal, me ayudan a salvar el escalón y salir a la calle. Vamos a buscar el coche. Primero, entran los del asiento de atrás. Yo coloco la silla de ruedas junto al asiento del copiloto, hago unos cuantos equilibrios y consigo sentarme de copiloto. Queda un amigo fuera del coche, el conductor, que coge la silla, la pliega y la pone en el maletero. Después sube al coche, enciende el motor y nos pone en movimiento. Destino: un lugar dónde cenar.
Llegamos a una zona llena de bares, aparcamos el coche y hacemos el procedimiento inverso para bajar: primero sale el conductor, después los amigos del asiento de atrás que cogen la silla del maletero i me la ponen al lado de mi puerta. Hago equilibrios de nuevo  y ya estoy, otra vez sobre la silla. Comienza la búsqueda de un lugar donde cenar. Las 100 tapitas, parece una buena elección. Espero fuera a que mis amigos averigüen si podemos cenar. Hay otro escalón para entrar así que mejor me quedo fuera. Dos de mis amigos vuelven, me cogen a mí y a la silla i subimos el escalón. Dentro está lleno de gente y sus mesas están apiñadas. Para pasar entre ellas con la silla he de hacer levantar a la gente, algunos me miran mal. Llegamos a nuestra mesa, las de alrededor están muy juntas, así que tienen que levantarse todos y moverlas para que pueda colocar la silla en nuestra mesa. La cena se alarga hasta bien entrada la noche. Para salir y coger el coche repetimos las operaciones de antes.
Decidimos ir directamente a la discoteca Fiven. Es una discoteca de las afueras, de polígono industrial. Los coches de la gente que asiste llenan las cercanías. Y desde el lugar donde estacionamos hasta la puerta, vemos el espectáculo de todas las noches: chicos y chicas bien arreglados, algunos y algunas meando entre los coches, otros haciendo botellón sacado de algún maletero lleno de botellas, la Máximus FM sonando por todas partes. Hacemos cola en la puerta para comprar las entradas. Mientras esperamos, vemos aparecer una limusina de la que salen unos cuantos jugadores profesionales de fútbol. La gente saca los móviles y hace muchas fotos. Los de seguridad los dejan pasar sin hacer cola y sin pagar entrada. Detrás de nosotros, un grupo de amigas protesta enérgicamente. Reconozco entre ellas a una gran atleta, mira hacia donde estoy yo y parece que reconoce en mí a un deportista paralímpico, ya que se acerca y me pide un selfie. Después, vuelve con sus amigas.
Conseguimos nuestra entrada, accedemos y nos quedamos cerca de una de las barras que hay para comprar bebidas. Dos de mis amigos y yo pedimos cubatas, el que conduce el coche hoy no pide nada. La camarera duda si ponerme el cubata, tenemos que insistirle. Hay gente a mi alrededor que me mira sorprendida, deben pensar que un tío en silla de ruedas no debe hacer estas cosas. Alguien me tapa los ojos desde detrás: ¡es la fisioterapeuta nueva del gimnasio!