lunes, 18 de abril de 2016

UN PASEO POR LA CALLE. Deportista femenina.

Antes de salir de casa remuevo el armario intentando encontrar unas zapatillas no demasiado llamativas para que mis amigas no me critiquen, porque últimamente las deportivas las hacen de unos colores que son imposibles de combinar con ropa normal de ir por la calle, y no pienso hacerme daño en los pies con unas zapatillas de esas que sólo sirven para hacer bonito y no pasar frío. Al final desisto y me pongo las botas de montaña con vaqueros, me miro los pies, y me río por lo bajo. No es como ir elegante, pero tiene un pase.
Cojo el metro hasta el centro, hay muchísima gente caminado lentamente y empujando, pero estoy contenta, hoy me he levantado a las cinco y media para entrenar y ha merecido la pena, tengo la tarde libre para ir de compras con las amigas. Por supuesto, no he de cansarme mucho que mañana tengo competición.
Me esperan en la boca del metro, llego otra vez la última, claro que ellas no me lo dicen. De hecho, me preguntan que cómo me la he ingeniado para saltarme el entrenamiento y cuando les digo lo de las cinco y media de la mañana bromean llamándome corredora nocturna o corre-sonámbula. Sara, mi mejor amiga, vuelve a decirme el tan conocido no sé cómo lo haces. Encojo los hombros y contesto lo de siempre a mi me gusta, y además, se me da bien. Bromean sobre cuando me haga famosa, me río porque creen que me puedo hacer rica, o una cosa de esas, y que saldré a todas hora por la tele. Soy buena deportista, pero nada de lo que imaginan ha ocurrido ya.
Me lo paso muy bien con ellas, nos probamos vestidos que nunca vamos a comprarnos y las cosas más ridículas que encontramos, y ponemos caras divertidas frente a los espejos. Les digo que cuando vaya al Campeonato Europeo, hasta las italianas se morirán de envidia con los modelitos que me escogen. Todas reímos. Cuando deciden quedarse a a cenar no puedo apuntarme al plan, tengo mi cena en casa, exactamente, lo que he de comer a la hora que corresponde, y tengo que descansar. Nos despedimos y me desean suerte para la carrera de mañana; aunque no la necesitas, añade Sara, seguro que haces la mínima (la mínima es el tiempo que he de hacer para entrar en el Campeonato Europeo, y, la verdad, creo que lo puedo hacer muy bien). Sonrío y me voy.
Cuando vuelvo sola hacia el metro, se me quedan mirando un par de veces, y casi espero que se deba a que me han reconocido y vayan a decir: ¡Mira!  Esa es María, la atleta de nuestra ciudad capaz de correr los cinco kilómetros en menos de dieciséis minutos. Pero no, me miran de arriba a abajo y como mucho sueltan un ¡guapa! o alguna otra cosa más grosera. En fin, cierro bien la chaqueta y aprieto el paso hacia el interior del metro.